Hamlet Machine.

Teatro posdramático de Heiner Müller. 
                   Fotos de Jesús García 

                   Esta vez el escenario es la EMAD y la interpretación de los estudiantes de tercer curso de profesional entre los que me encuentro.

         Cuando Heiner Müller escribió la obra por primera vez ocupaba doscientas páginas. La reescribió y la dejó en cuatro sin intervenciones explicitas de personajes. El texto que hemos trabajado es la traducción fiel y directa del alemán con algunas pequeñísimas variaciones, tres meses de intenso trabajo con cinco profesores (interpretación, expresión corporal, voz, vestuario y escenografía) para tres días de muestra en el escenario. Ha sido un trabajo nada convencional para una obra nada convencional, surgida de nuestras improvisaciones. Un trabajo en el que no se nos ha tratado como actores, sino como artistas, qué nos mueve, qué está pasando, cómo reaccionamos. Nos hemos expuesto y nos hemos desnudado ante el público más de lo que lo habíamos pensado que seríamos capaces. 

       Hamlet Machine no tiene argumento, es difícil de entender, es el trabajo más difícil y al mismo tiempo más lucrativo al que me he enfrentado, surgen dudas sobre lo que estás haciendo, el reto es constante y surgen sensaciones nuevas. Me quedo con la evolución que hemos tenido todos: como actores, como personas que deciden dedicarse a esto en cuerpo y alma.


     Ha sido agotador y al mismo tiempo fortalecedor, fuerzas añadidas para afrontar el siguiente trabajo.